REINO DE DIOS Y ELECCIONES
MONS. RICARDO MORALES,
OBISPO DE COPIAPÓ.-
Recordemos que lo esencial de la predicación de Jesús es precisamente el Reino (Reino de Dios, Reino de los cielos o Reinado como señalan algunas traducciones). Jesús predicó el Reino y, un poco más tarde, Pablo predicó a Cristo muerto y resucitado. Simplificando, el evangelio de Pablo marcará a la Iglesia y la teología, talvez hasta el actual Papa Francisco. El Papa Francisco habla, una y otra vez, de Jesús poniéndose al servicio de los más desfavorecidos. No se trata sólo de un cambio de lenguaje. Se trata de una superación de la idea de poder en el que la Iglesia ha vivido durante demasiados siglos. El cambio es radical y debía ser aceptado y promovido por todos los cristianos. Cambios de actitud tan profundos requieren tiempo, humildad, pedir disculpas por tantos atropellos y abusos, y capacidad para reparar los daños causados a las víctimas.
En el diálogo entre Jesús y Pilato, representante del poderoso imperio romano, Jesús le responde: “Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”. Todas y todos, desde siempre y para siempre, y sin exclusión de nadie, estamos convidados a ese mismo estado de ser. Es el fondo constituyente de la Realidad que en nosotros toma consciencia en la actitud de amor y servicio incondicionales. Por eso Jesús dirá: “El Reino de Dios está dentro de ustedes” (Lc 17, 21). “Es un reinado del Amor. No es un reino de personas físicas, sino de actitudes vitales. Cuando me acerco al que me necesita preocupándome por él, hago presente el Reino de Dios y cuando me preocupo de mí pisoteando a los demás, excluyo de mí y de mi entorno el Reino. Jesús descubrió a un Dios que está al servicio del hombre”.
San Pablo en Romanos (8, 38) expresa una profunda moción mística: “ni la vida ni la muerte… ni presente ni futuro, ni poderes ni altura ni hondura, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro”. Es el maravilloso misterio manifestado en Jesús, desde su encarnación hasta su muerte en cruz. Es el Reino que no tiene comienzo ni fin porque existe desde siempre y para siempre. Que más allá de las ideologías y de los legítimos distintos pensamientos, nos pueda inspirar y mover el mensaje de este evangelio en elecciones.
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