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¿Qué es el ‘Proof of Stake’ y cómo ayuda a frenar el consumo de energía de las criptomonedas?

En el año 2009 nace el bitcoin, primera criptomoneda del mundo, llevando a la práctica lo propuesto once años antes por Wei Dai para el desarrollo de una moneda descentralizada y fundamentada en la red. Desde el comienzo, estos “criptoactivos” estuvieron diseñados para la existencia de una cantidad finita, que en el caso del bitcoin sería de 21 millones de unidades. Actualmente existen unos 19.100.000 en circulación, lo que significa que solo pueden ser creados o “minados” menos de dos millones de unidades más. Si a esto le sumamos que el sistema crea dificultades para que cada vez sea más difícil el minado, para evitar así que puedan ser minadas “demasiadas” monedas en poco tiempo, esto se traduce a que por su propio diseño, el bitcoin exige cada vez más poder de cómputo o hardware para labores de minado, pues deben enfrentar problemas matemáticos más difíciles, y que además, la recompensa a los mineros será cada vez menor. Se estima que en el año 2140 se minará el último bitcoin, todo esto por la premisa que es la escasez lo que otorga valor en la economía.

Pero debido a los altos valores que ha alcanzado el bitcoin, entre otros criptoactivos, muchísimas personas han hecho la inversión de equipos especialmente diseñados para labores de minería. Algunos expertos creen que hay más de 1.000.000 de mineros únicos o individuos minando, y a la fecha se minan unos 1800 bitcoins al día, así que, ¿cómo decidir a qué minero se le otorga?

Aquí es donde entran los protocolos de consenso. El bitcoin utiliza el algoritmo de “prueba de trabajo” o Proof of Work, que busca recompensar a aquellos que más trabajo han aportado a la red. Es así como surgen los llamados pool, o grupos de mineros que se asocian para aportar trabajo en conjunto y dividirse las ganancias, aumentando así las posibilidades de que la red otorgue el “premio” del bitcoin generado.

Foto de Austin Distel en Unsplash.

El problema que esto trajo sin que lo sospecharan, es que al hacerse competitivo el minado, cada vez fue necesario aportar “más trabajo” a la red para poder ganar “recompensas”, y mientras más alto subía la cuota de la competencia, más alta se hacía la cantidad que debía aportar. Y ese poder de cómputo se traduce directamente en gasto energético.

Una de las causas de las pérdidas catastróficas que ha sufrido el mercado de bitcoin este año se debe a su gasto energético, que incluso puede ser superior al de algunos países. De acuerdo con el Centro de Finanzas Alternativas de la Universidad de Cambridge, un centro que estudia las criptomonedas, el consumo de energía del bitcoin se encuentra entre 40 y 445 teravatios por hora al año: aproximadamente el mismo consumo de energía que Argentina.

Existe también la “prueba de participación” o Proof of Stake, la cual realiza un sorteo al azar entre los mineros y validadores, pero para participar en dicho sorteo, además del trabajo hay que dar en garantía un determinado monto de la criptomoneda en cuestión. Esto se traduce en que se posee la criptomoneda o se “participa” del ecosistema, y por ende, se está interesado en su preservación y mejor funcionamiento. Aquellos que sean atrapados en malas prácticas pierden la garantía que dieron y cualquier ganancia que hayan tenido.

En este caso poco importa la capacidad de trabajo, por lo que no hay un estímulo para aportar más allá del necesario y se mantienen consumos energéticos más sustentables.

Por último, existe la “prueba de capacidad”, la cual se basa en un sistema de minado a partir del espacio en disco duro de los equipos. Mientras más espacio se aporte, más posibilidad de obtener la recompensa. Si bien es la opción que menos consumo directo de energía promete, el desgaste de los equipos se acorta considerablemente y requiere un alto consumo de espacio de almacenamiento, por lo que podría no ser tan ecológica como se creyó en un principio.

Sin embargo, el ecosistema está en constante evolución y es posible que surjan nuevos protocolos que logren un equilibrio entre la sustentabilidad y seguridad. Solo el año pasado el mercado creció un 300%, por lo que aún es tiempo de aprender más sobre criptomonedas y sumarse a esta industria que tanto promete a futuro.

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