La Iglesia llamó a atender con urgencia a los migrantes y las mujeres en las tomas
*Padre Enrique Balzán, Vicario General de la Diócesis, dijo que no podemos construir un país justo y solidario, si nos olvidamos de los débiles.
El Obispo de Copiapó, Ricardo Morales Galindo, no pudo estar en el tradicional Te Deum con motivo de Fiestas Patrias, y por tal motivo entregó dicha responsabilidad al padre Enrique Balzán, Vicario General de la Diócesis, para que pudiera estar en su representación por encontrarse fuera de Chile convocado por el Santo Padre a un curso de obispos recién ordenados, ya hacía dos años que no se realizaba este encuentro en Roma.
“Doy gracias a Dios por la presencia de cada uno de ustedes en esta solemne celebración, es sin duda la oportunidad de dar gracias a Dios por la Patria y por todos aquellos valores que nos permiten ser una gran nación. Hoy más que nunca necesitamos sentirnos convocados por aquellos valores y principios que nos permiten construir una fraternidad, donde todos nos sentimos parte de un destino común, donde más allá de las diferencias somos convocados a vivir en justicia, paz y libertad. Mal podemos decir que en Chile los problemas de los más pobres están solucionados, o que la justicia llega a todos, o que no somos testigos de discriminación o intolerancia, o que la violencia esta desterrada”.
“Muchos son los desafíos que tenemos como hermanos y hermanas de un mismo país, y no los llevaremos adelante si no dejamos de lado las diferencias y nos sentamos a dialogar, sin prejuicios y con la mente abierta a que el otro puede también tener razón. Como hombres y mujeres de fe, debemos aportar a la construcción del diálogo y respeto mutuo, reconociendo que anunciamos una Buena Noticia, tal como lo hacía Jesús, quien recorría las ciudades y campos anunciando un mensaje de salvación y redención. Cabría preguntarse: ¿cuál es el mensaje que hoy estamos anunciando?, pues muchas veces nuestro anuncio pasa por anunciar desgracias o calamidades, en vez de la Buena noticia de Jesús. Cristo nos ha visitado para darnos vida, para llenar nuestra existencia de alegría, es ese el mensaje que nos debe siempre acompañar. Aún en medio de las dificultades que podamos encontrar, y que hoy nos preocupan, como la delincuencia y la crisis económica, debemos ser capaces de ser artífices de unidad, de esperanza y alegría en el Señor”.
“El desafío primero lo tienen las autoridades de nuestra región y de nuestro país, pero también cada uno de nosotros, en cuanto desde la fe, se compromete en ser artífice de paz y no de confrontación, siendo testigo de Cristo que vino a manifestar que somos hermanos y no enemigos. El Papa Francisco nos ha dicho que: La fraternidad es la amistad social en sí misma; es la amistad en tanto que se desarrolla primeramente en la comunidad familiar; esa amistad social y familiar en tanto que se enraíza en el flujo de la vida, en la continuidad de las generaciones. Por lo tanto, si queremos construir una sociedad más respetuosa de todos, partamos por nuestras propias familias y comunidades”.
“Nuestra patria necesita el sentido religioso, es decir, la certeza que el camino no lo hacemos solo en una visión horizontal, sino también vertical, es decir, orientados hacia Dios. La nueva Constitución que nos daremos como país, no puede olvidar esta premisa, desde lo más profundo del corazón, somos hermanos y hermanas que nos reconocemos hijos e hijas de un mismo Dios. No desconozcamos la identidad de nuestra patria, colocando ideologías que no se condicen con el respeto y la dignidad del otro, especialmente del que no puede defenderse. Por muy convencidos que nos encontremos de la verdad de nuestras creencias, no podemos olvidar que solo el diálogo hace posible el respeto y que no terminemos destruyéndonos unos con otros, quizás, debamos crecer en humildad, sabiendo que nadie es depositario de una verdad que se impone al otro por la fuerza. Las lecturas de este domingo no podían ser mejores para esta celebración eucarística, el profeta Amós nos recuerda en la primera lectura con fuerza: “Oigan esto, ustedes que oprimen a los humildes y arruinan a los pobres del país… El Señor ha jurado por la gloria de Jacob: «Nunca olvidaré lo que han hecho” (Amos 8, 4-7)”.
“Hermanos, hermanas, el Señor no olvida, esto es, para Él no resulta indiferente el sufrimiento del pobre, no podemos construir un país justo y solidario, si nos olvidamos de los débiles, de los descartados, como dice el Papa Francisco ¿Cuáles son los descartados de nuestra región? ¿Cuáles son los pobres de nuestra tierra de Atacama?, cada uno podrá descubrirlos desde su experiencia y contacto con la realidad, me gustaría solo mencionar dos, que desde nuestro trabajo como obispado descubrimos. Los migrantes y las mujeres en las tomas. Cada día la pastoral migrante atiende a decenas de personas en las dependencias del obispado y en las casas de acogida que tenemos en Copiapó y Vallenar. La realidad de estos hermanos y hermanas clama al cielo y nos supera, dramáticamente no podemos atender a todos. La nueva ley de migraciones, en vez de ayudar, ha hecho cada vez más difícil regularizar la permanencia legal de quien llega a Chile buscando refugio y comida, son niños, mujeres, ancianos, que no encuentran en nuestra patria esa acogida que esperaban. La administración central que atiende el tema no da soluciones rápidas y efectivas, se interactúa con una página web que no da respuestas, y que alarga una espera a veces interminable. La situación no es mejor en la búsqueda de trabajo, se necesita gente para diversas tareas, pero al no estar regularizada su situación, vemos con estupor cómo se debe salir a mendigar para comer. Pido humildemente a quienes puedan hacer algo para mejorar la ley y los procedimientos que se refieren a migración, que por favor lo hagan, el Señor por boca del profeta Amós nos vuelve a decir: “no oprimas al humilde y al pobre”.
Otra pobreza es la de nuestras mujeres, especialmente en las tomas, que deben lidiar con precarias condiciones de vida para su familia. Muchas veces el salir a trabajar implica dejar a sus hijos al cuidado de ellos a personas cercanas, con el consiguiente riesgo y sin la posibilidad de acompañar el desarrollo de esos niños y niñas con sistemas educativos formales. La precariedad se vive también en la violencia, muchas mujeres sufren en silencio los golpes y humillaciones de sus parejas ¿dónde estamos para acompañar y proteger?”.
Finalmente, el Evangelio nos dice: “El que es fiel en lo poco, es también fiel en lo mucho; y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho”. Este mensaje debiera orientar el trabajo de cada uno de nosotros, especialmente servidores públicos. Conozco a las autoridades de nuestra región y sé que se mueven por un genuino servicio al país y a los más pobres, y que con sacrificio postergan a sus familias por la entrega en el servicio público. Queridos hermanos y hermanas, que podamos servir fielmente lo que se nos ha pedido y confiado, poco o mucho; no solo la ciudadanía nos los exige, sino también el Señor, que nos ha regalado muchos dones para ponerlos siempre al servicio de los demás, especialmente los pequeños y sencillos, nunca desde la suficiencia, soberbia o provecho mezquino, si no desde la sencillez, humildad y generosidad”.
“Queridos hermanos y hermanas, nuevamente agradezco al P. Enrique la lectura de estas breves letras, lo he querido hacer a pesar de la distancia, para manifestar mi cercanía y cariño con cada uno de ustedes, y unirme a la alegría de las fiestas patrias. El Señor y nuestra Madre la Virgen, nos ayuden a seguir trabajando en una sociedad más fraterna y solidaria. Gracias a cada uno de ustedes por estar hoy acá”.
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