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LA FANTASÍA DEL CONSUMO VERDE, ENTRE RELAVES Y PLÁSTICOS DE UN SOLO USO

POR CARLO MORA, ABOGADO DE LA UNIVERSIDAD DE ATACAMA CON ESTUDIOS DE POSGRADO EN LA UNR, QUE HA ASESORADO A GOBIERNOS LOCALES Y ORGANIZACIONES CIUDADANAS EN TEMAS MEDIOAMBIENTALES Y DE RSE EN LA REGIÓN.

“Hubo un tiempo en que los progresistas sabían cómo hacerlo”, dice Naomi Klein y nos advierte que “a nuestra actual clase política, le resulta mucho más difícil aceptar políticas basadas en animar a la población a consumir menos que políticas que animen a esa misma población a practicar un consumo verde”. Y es que el consumo verde suena bien, el desarrollo sustentable, aún mejor, los candidatos a constituyentes lo repiten como un mantra, pero lo que nadie quiere revelar, y que yace en las profundidades de nuestro inconsciente, es que esas estrategias “verdes”, apuntan igualmente hacia una noción de consumo en términos industriales, y como consecuencia golpea a los que menos capacidad económica poseen, porque se mantiene una lógica de mercado con la desigual capacidad económica para escoger entre las opciones de consumo.

Lo anterior es observable desde que nos “estimulan” a no usar plásticos desechables, para que en esa pasada gane, el dueño del super, que en ese ejercicio de corrección política ambiental, se ahorró el gasto en empaques – que antes eran usados para la basura domiciliaria por sus clientes quienes deben comprar ahora, junto a la bolsita reutilizable, las correspondientes bolsas negras de basura. Gana el Mercado, pierde el ciudadano.

¿Y hemos salvado a las ballenas? Claro que no, los que vieron el documental Seaspiracy, pueden espantarse de que les exijan bolsas reutilizables para comprar sus latas de jurel, atún y sardinas “certificadas” como “Dolphin Safe” por ONGs auspiciadas por industrias pesqueras “legales”.

En la práctica, lo que ocurre con la promoción del “consumo verde”, es que se trata más bien de un consumo libre de resaca moral. El sacrificio se pide a los mismos pobres de siempre. Me produce cierto pudor observar que en una comuna como Huasco los almacenes deban comprar bolsas de papel para entregar latas de jurel a sus clientes mientras que a pocos metros en el mar, en la bahía Chapaco, desde hace más de cuatro décadas, una industria viene arrojando más de 5 mil toneladas de relave minero por día a una zona cuyo suelo oceánico se ha vuelto estéril. La culpa no es de la falta de normas, han existido prohibiciones desde siempre, pero las “instituciones” lo avalaron hasta hace muy poco, solo a instancias de una ONG – una de las acusadas de cinismo en Seaspiracy al recomendar el consumo de pescado-, es que se dio inicio a un proyecto, para que en el futuro cercano, el depósito de relaves se haga en tierra (y lo será: en una linda playa que les recomiendo visitar antes que se agote).

Mientras nos mantengamos, como individuos, en la lógica del consumo, parece lejano que podamos cambiar el circuito de recompensas simbolizado (escriturado) a fuego en el inconsciente colectivo, lo que nos reafirma la noción lacaniana de que el inconsciente es estructurado como un lenguaje, y podemos agregar, un lenguaje en clave de desarrollismo industrial.

¿Y es que no estábamos acaso, hace apenas unos meses atrás, protestando con picas y antorchas en contra del sistema económico en las afueras del Costanera Center, para que luego, y en plena pandemia la reapertura de sus puertas llevara a miles de clientes a la compra inconsciente de artefactos de navidad?.

Pareciera que ante este tipo de circunstancias incongruentes, cínicas, la “ideología”, (entiéndase marxismo, nacionalismo, ecologismo, etc), pasa a un segundo plano, o quizás se revela como lo que verdaderamente es y que ha sido definido por el eslavo Zizek, como una “fantasía”, porque los consumidores se saben engañados y aún más se dejan engañar enfundados en esa suerte de cinismo que nos lleva a repudiar el uso de plásticos de un solo uso mientras que arrojamos latas de atún certificado en bolsitas reutilizables, o bien relaves mineros – en el fondo marino o en la playa- de algún pueblito en sacrificio.

Con base en Lacan, Zizek entiende al sujeto humano cómo un ser dividido entre la conciencia y el inconsciente. Conforme a ello, puede dar cuenta del conflicto entre lo que la gente dice que sabe y lo que, expresado en sus acciones, cree inconscientemente. Comprendemos así que la ideología funciona en el nivel (no del saber sino) del hacer, la ideología se concretaría en las acciones de la vida cotidiana, no es que actúe como un velo que tapa los ojos de la conciencia sino que se produce como una fantasía que el inconsciente teje y cuyo trauma inconsciente demandará de nosotros de un ejercicio particular, el de “atravesar la fantasía”, como Alicia recorre ese país de las Maravillas en que una reina manda pintar las rosas y que nos recuerda a otro que cuelga naranjas con alambres en los árboles de La Moneda.

Atravesar la fantasía del consumo verde, y del desarrollo sustentable, siguiendo el contexto de Zizek y su noción de ideología, nos llevará a develar un trauma social, nos conducirá a “tocar lo Real”, es decir, a confrontar al orden simbólico de nuestro grupo al enfrentar aquello que ha sido excluido o reprimido, nos permitirá establecer nuevas coordenadas para experimentar la realidad social, donde solo la disminución de los niveles de todo consumo, resultará una de las estrategias honestamente efectivas.

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