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EL SER HUMANO, UN SER SOCIAL

POR LUIS SOTO ROGEL,

MAGISTER EN EDUCACIÓN,
ONG MILLENIUM ATACAMA.-


Como nunca antes en la historia de la humanidad, se ha universalizado un enfoque tan crítico y, ocasionalmente autocrítico, sobre el comportamiento humano como especie, respecto de las diferentes formas de relacionarnos con la naturaleza y las consecuencias para el futuro del planeta y nuestra propia especie. De esta visión han surgido distintos movimientos y organizaciones que, con diversa ponderación o agresividad, denuncian, proponen y/o sugieren caminos a seguir. Sin entrar a discutir la sensatez del tipo de acción propuestos para la mayoría de las causas, es difícil no concordar con temas denunciados como el nulo, poco o inefectivo resguardo de los recursos hídricos que amenazan con dejarnos sin agua en pocos años más, o la implacable depredación de los bosques nativos o el uso descontrolado de contaminantes atmosféricos, etc.

Pero, además en otro frente del alegato social, están las causas por los cánones sociales establecidos por costumbre, indiferencia, tradición y soberbia, entre otros, y que constituyen causas como la igualdad de género, la no discriminación étnica, la libertad para la orientación sexual y, en nuestro país, con mayor énfasis en estos últimos tiempos, la protección de la infancia maltratada por omisión o abandono de las familias o por las instituciones creadas justamente para garantizar su integridad física y mental.

Estas angustiantes constataciones develan de parte de las nuevas generaciones, un tremendo escepticismo respecto de la sensatez u honestidad humana, alimentado también por el descrédito de las instituciones políticas, militares, empresariales y religiosas, llamadas a sustentar el modelo social de convivencia. Aunque parezca una conclusión reduccionista o caricaturesca, se puede pensar que tal vez todo este escepticismo explique por qué ahora más que nunca, sean otras especies las que merezcan el respeto y cariño que nosotros no nos hemos sabido ganar. Así entonces, en la escala de los afectos, nuestra especie le está concediendo prioridad a perros, gatos o cualquier otro animal al que considera más digno de que los reciban dado su predecible comportamiento y su  fidelidad incondicional.

Sin duda que tan bizarra conclusión tiene un contrapeso en las legiones de personas que, siendo también críticas de los comportamientos dolosos, arbitrarios, injustos o abusivos, se entregan a la noble causa de asistir al niño o adulto que sufre ayudándole a mejorar las condiciones que circunstancialmente les ocasionan un sufrimiento físico y moral.

Esta convocatoria a actuar aquí y ahora se ha manifestado con fuerza en este periodo pandémico. Las carencias humanas habitualmente invisibilizadas porque se dan en la intimidad del núcleo familiar, en los hogares de acogida o en los hospitales son captadas por la sensibilidad del voluntariado de ONGs que, sin esperar recompensa alguna buscan la forma efectiva de cubrir o paliar lo que no puede satisfacer la provisión oficial, especialmente cuando estas carencias son imperceptibles porque se dan en espacios y tiempos circunscritos.

Un ejemplo de esto lo constituye la imposibilidad de que pacientes hospitalizados reciban visitas por alguna condición de necesario aislamiento y por tanto, la enfermedad de por si cruel, lo sea mucho más por este distanciamiento obligado que los priva de tener un apoyo emocional que puede ser un gran aporte a su mejoría y que también pude constituir una gran ayuda para satisfacer las necesidades emocionales de sus seres queridos. Justamente en este plano, ONG Millenium Atacama está abocada a materializar una solución tecnológica, sin manipulación por parte del paciente, pero que permita el contacto remoto por pantalla con sus familiares o amigos ubicados en un espacio especialmente habilitado. Para que una idea como esta prospere y se materialice se requiere aunar voluntades personales e institucionales sensibilizadas por estas, aparentemente sutiles, pero en realidad apremiantes necesidades humanas.  

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