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Día de Todos los Santos

POR PABLO DEL VALLE.-

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Séame permitido el poder, simbólicamente, conversar de los Hermanos quienes iniciaron su eterno viaje, sobre un tema que nos atañe a todos y del cual nos preocupamos cuando alguien cercano guarda sus herramientas, los planos, dobla cuidadosamente sus pertenencias e inicia su nuevo andar, un andar propio, un andar solitario en busca de una luz.

La muerte. La muerte es algo de lo que nadie puede escapar.

La muerte sigue a la vida, como la noche sigue al día, el invierno sigue al otoño, el verano a la primavera o la vejez sigue a la juventud.

Las personas nos preparamos para no sufrir cuando llega el invierno.

Nos preparamos para no sufrir en la vejez.

Pero, pocos se preparan para la certeza aún mayor.

¡La Muerte!.

Pareciera que la sociedad moderna ha alejado su mirada de este problema tan fundamental, tan humano y que a todos nos preocupa y debería preocuparnos

Para la mayoría de las personas, la muerte es algo de temer, algo terrible para algunos, sólo la ausencia de vida, algo hueco y vacío. Un túnel sin final.

Y la muerte ha llegado a ser considerada incluso como algo «antinatural.»

Ahora. ¿Qué es la muerte? .

¿Qué ocurre con nosotros después de que morimos?.

Podemos intentar ignorar estas preguntas.

Muchas personas lo hacen.

Pero, si ignoramos la muerte, estaremos condenados a vivir una existencia poco profunda, a vivir insatisfechos, espiritualmente hablando.

Puede que hasta nos convenzamos de que, de alguna manera, podemos hacer una transacción con la muerte, «cuando llegue el momento.»

Algunas personas se mantienen muy comprometidas en realizar múltiples tareas que le evitan pensar en los problemas fundamentales de la vida y la muerte.

Otros solo buscan vivir y así nos enseñan a vivir, solo a vivir.

Pero, en semejante estado mental, la alegría que sentimos es, frágil y se encuentra ensombrecida por la presencia ineludible de la muerte.

Es creencia que enfrentar el problema de la muerte puede ayudar a traer verdadera estabilidad, paz y profundidad a nuestras vidas.

¿Qué es, entonces, la muerte?.

¿Es sólo extinción, es un retroceso hacia la nada?.

¿O, es la puerta hacia una nueva vida, una transformación, un lugar del fin?.

¿Acaso la vida, no es más que una fase fugaz de actividad precedida y seguida por la quietud y la no existencia?.

¿O, será que tiene una continuidad más profunda, que persiste más allá de la muerte en alguna forma?.

La idea de que nuestras vidas acaban con la muerte, es interpretada como una aceptación de la realidad.

Hay quienes ven la muerte como un período de descanso, como un sueño a partir del cual la vida recobra energía y se prepara para nuevos ciclos de existencia.

La energía vibrante que nosotros llamamos vida y que fluye a lo largo y ancho del universo no tiene principio ni final.

La vida es un proceso continuo y dinámico de cambios.

¿Por qué, entonces, ha de ser la vida humana la única excepción?.

¿Por qué ha de ser nuestra existencia algo, aislado y desconectado del ritmo universal de la vida?.

Nosotros sabemos, ahora, que las estrellas y las galaxias nacen, viven lo que les corresponde por naturaleza vivir… y…

Mueren.

Lo que es aplicable a las inmensas realidades del universo que es infinito, es igualmente aplicable a nosotros, los humanos.

Desde una perspectiva totalmente física. Nuestros cuerpos están constituidos por los mismos materiales y compuestos químicos de los que están constituidas las galaxias más distantes.

En este sentido nosotros somos, literalmente…

Hijos de las Estrellas.  (José María Masa Sánchez, Premio Nacional de Ciencias).

En términos muy prácticos, la muerte es necesaria.

Si las personas vivieran para siempre, tarde o temprano empezarían a anhelar la muerte.

Sin la muerte, enfrentaríamos gran cantidad de nuevos problemas, desde la superpoblación hasta el hecho de que las personas tuvieran que vivir para siempre en cuerpos avejentados.

La muerte hace espacios para la renovación y la regeneración.

La muerte debe, por consiguiente, agradecerse tanto como se agradece la vida, como una bendición.

No hay ninguna razón para temerle a la muerte, para odiarla o para buscar desterrarla de nuestras mentes.

La muerte no discrimina.

Nos despoja de todo…

De la fama, la riqueza y poder que alguna vez añoramos, se hacen inútiles, en los solemnes momentos finales de la vida.

Cuando el momento llega, en lo único que podemos confiar es en nosotros mismos.

Ésta es una confrontación imponente ante la cual nos presentamos con nuestra cruda humanidad, con el registro real de lo que hemos hecho, de cómo hemos escogido vivir nuestras vidas, pensar en lo que pudimos haber hecho y no lo   hicimos.

¿He sido fiel a mí mismo?.

¿Qué contribución he aportado yo al mundo?.

¿Cuáles son mis satisfacciones o pesares?.

¿Defendí a los que sufrieron injusticias?.

¿Ayude a mis Hermanos a subir la escarpada cima de las montañas, o los deje solos?.

Para morir bien, uno tiene que haber vivido bien.

Para quienes han vivido fieles a sus convicciones, para quienes han trabajado por llevar felicidad a los demás, la muerte puede ser como un placentero descanso, como un sueño bien ganado después de un día de agradables tareas en bien de otros.

Así deben haberse sentido los Hermanos, que iniciaron su eterno viaje por senderos desconocidos, pero, que pueden ser llenos, de luz, de colores, de aromas, de alegrías y por los cuales se hace fácil caminar.

Algunos pensando en sus muchos alumnos, en sus Hermanos, en sus hijos, a quienes amó en forma intensa y entrego valores preciosos.

Otros descubren cuando sin dolor físico fueron cerrando sus ojos y pudieron sentir cómo su corazón se negaba a seguir impulsando su sangre.

Debe haber, quienes quizás mirando el infinito pudieron sonreír recordando los rostros de sus seres más queridos, quienes lo esperaban para darle un abrazo de bienvenida.

Estará el poeta, cerrando el último capítulo de su libro del cual estaba bosquejaba su portada.

Quizás, habrá muchos que enfrentaron la muerte con una especial alegría.

Quizás, aceptaron iniciar ese misterioso camino encontrando que la muerte es una experiencia nueva.

Quizás, pensaron que; ésta es una oportunidad en la que uno puede desafiarse a sí mismo.

Es salirse de situaciones que son cómodas, en las que uno sabe lo que está ocurriendo y en las que uno no tiene nada de qué preocuparse.

Es una oportunidad para crecer.

Es una oportunidad para uno transformarse a sí mismo en lo que uno necesita ser.

Pero es algo que se debe enfrentar sin miedos.

Nuestro pasar por la Vida, podemos decir que fue venturoso, fue solidario, fue de enseñanzas, fue el de ser un buen hijo, un buen esposo, padre de muchos hijos a quienes dedicaron vida y formación de seres humanos nobles.

El estar consciente de la muerte nos permite vivir cada día y cada momento lleno de agradecimiento hacia la incomparable oportunidad que tenemos de crear algo durante nuestra estadía en la Tierra.

Para disfrutar de la verdadera felicidad debemos vivir cada instante como si fuese el último.

El presente nunca volverá.

Podemos hablar del pasado o del futuro, pero la única realidad que tenemos es este momento el, presente.

Y el confrontar la realidad de la muerte realmente nos permite generar creatividad, valor y alegría en cada momento que vivimos.

Así podemos mirar en nuestros corazones y desear para nuestros Hermanos, un buen viaje para estar por siempre juntos a nosotros desde Oriente Eterno, haciendo vida sus enseñanzas, sus sueños, sus experiencias.

Tus Hermanos os llaman y os recuerdan.