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DE EDUCACIÓN REMOTA A EDUCACIÓN PRESENCIAL

POR LUIS SOTO ROGEL
MAGISTER EN EDUCACIÓN, ONG MILLENIUM ATACAMA.-


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Desde el comienzo de la instalación del contexto pandémico, en un sinnúmero de lugares a lo largo de todo el país, los profesores fueron impulsores y colaboradores no sólo de la mantención del vínculo pedagógico, sino que en las iniciativas solidarias que han intentado paliar las crecientes dificultades que incluso, significaron combatir el hambre que ha rondado a miles de hogares. Por eso, fueron mal recibidas por los profesores las declaraciones hechas tiempo atrás en un programa de televisión por el Ministro de Educación Raúl Figueroa, respecto de que la paralización del sistema educativo por efecto de la pandemia no le complicaba la vida al gremio, dando a entender con ello que le resultaba cómoda esa situación.

A contrapelo de lo afirmado por el Ministro, nada ha parecido “cómodo” por la forma en que se están desarrollando los acontecimientos educativos. Desde antes de esa implícita afirmación, padres, docentes y directivos se resistían a volver, no porque estuviesen contentos en el contexto de educación remota, sino porque tenían miedo, por los miles de contagios y fallecidos en nuestro país producto del coronavirus, lo que justificaba la preocupación. Transcurrido más tiempo, hoy en día, la situación sigue siendo de incomodidad o, más que eso, de desesperanza y angustia, afectando a los diferentes estamentos aunque con diferentes motivaciones. En lo fundamental, sigue existiendo la antinomia de quienes quieren volver ahora ya que concordando en la necesidad de volver, mantienen sus aprensiones y recelan de un retorno a la actividad presencial que a su juicio no está suficientemente resguardada, pese a que se reconoce que hay mejores condiciones que las del año pasado.

En este contexto, surge una agrupación liderada por distinguidas damas de un autodenominado “Movimiento Ciudadano Escuelas Abiertas”, en cuya representación “exigen” a los Alcaldes la inmediata apertura de colegios y jardines infantiles considerando, entre otros argumentos, que ya no es posible seguir poniendo trabas para que niños y niñas asistan presencialmente ya que no existe, como en el Mes de Marzo, la excusa de la vacunación de los trabajadores de la  educación dado que el 100 % tiene sus dos dosis puestas y también agregan otro factor las elecciones, suceso superado, y que por tanto la dilación no se justifica, afirmando que así las cosas, un alto porcentaje de niños y niñas perderá un segundo año escolar.

En otro frente, diferentes encuestas y estudios reportan que lejos de la “comodidad” adjudicada gratuitamente por la autoridad, el profesorado chileno percibe una importante sobrecarga laboral y reconoce dificultades para compatibilizar sus funciones profesionales con la esfera familiar. Esta afirmación se sustenta en resultados promediados, donde aproximadamente un 65 % del profesorado consideró que en comparación con el periodo anterior a la pandemia, ha debido crecientemente destinar un tiempo mayor a su trabajo durante el confinamiento y además del tiempo, señalan que se ha incrementado la carga y complejidad de la tarea. Un 63 % siente que se “trabaja mucho más que antes en su jornada habitual” abarcando una parte significativa de lo que debería ser su inalienable horario de vida familiar. En consonancia con estos resultados, un estudio elaborado por la Universidad del Desarrollo señala que un 77 % del profesorado consultado reporta sentir “estrés”, un 50 % frustración y sobre el 40 % angustia.

Es dable establecer que estas percepciones, surgen como consecuencia de la forma en que se ha desarrollado en el tiempo lo que equivocadamente se ha denominado como “educación virtual”, cuando en realidad desde sus orígenes, esta fue una alternativa que más propiamente se debe denominar “educación remota de emergencia”. La educación virtual tiene una larga tradición y un rico desarrollo reciente en muchos lugares del mundo, con plataformas de aprendizaje cada vez más potentes, simples y amigables, y ejercicios de diseño instruccional cada vez más sofisticados y ricos en medios y lenguajes. No alcanza a ser eso todavía, lo que están haciendo la mayoría de las escuelas y que justamente, desprovistas de un apoyo organizado estructuralmente, han requerido el sobreesfuerzo de los propios docentes que, con más entusiasmo, cariño y compromiso profesional que manejo o dominio, tratan de implementar una educación remota que atenúe la brecha que deja la imposibilidad de educación presencial, tratando de que al menos alcance el status de “educación virtual”.

Adicionalmente a los aspectos señalados, existen otras preocupaciones que se inscriben dentro de las preocupaciones de índole socioemocional derivadas de esta modalidad de enseñanza no presencial durante el periodo de confinamiento, tanto a nivel personal como de sus estudiantes, donde el profesorado chileno presenta una elevada preocupación por el bienestar emocional del estudiantado durante este largo periodo de distanciamiento social. Un 73 % del profesorado señaló que, ante un eventual retorno a clases presenciales, una de sus principales funciones será actuar como pilar emocional de los/as estudiantes que especialmente en los primeros niveles de enseñanza, no han desarrollado las conductas adaptativas de normalización para la adecuada convivencia escolar. En conclusión, apoderados ansiosos por el no retorno, otros preocupados por la posibilidad del retorno, profesores con altos índices de agotamiento laboral que, cabe señalarlo, es significativamente mayor entre las profesoras y asistentes de la educación que tienen niños/niñas en su hogar a cuyas demandas también deben atender. Todo esto configura un cuadro poco alentador considerando que el retorno tampoco va a ser una solución drástica a todas las dificultades acumuladas. Por el contrario, se requerirá de una importante cuota de tolerancia, comprensión y mucho apoyo de todas las partes para que el encausamiento y regularización sea lo menos traumático posible. Para ello hay que tener siempre presente que el centro de los esfuerzos para la adaptación son los/las estudiantes, niños(as), adolescentes y jóvenes, y así factibilizar un consistente camino para revertir el déficit de aprendizaje ocasionado por la no presencialidad en el proceso educativo.

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