Copiapinos quieren que cese la violencia sin dejar de manifestar
Los integrantes de la Unidad Comunal de Junta de Vecinos Copiapó justifican las acciones protestatarias, pero no respaldan los hechos que atentan con la infraestructura pública y privada.
(Por Frenny Kelly Granado). Los pronósticos para que la vida de los chilenos vuelva a la normalidad no son muy alentadores; la protesta continúa a pesar de los anuncios que responden a algunas de las demandas hechas por la sociedad; el descontento se asomó en el rostro de cada persona y permanece inocultable; y las soluciones concretas parecen no llegar. Todos están cansados, pero no piensan volver a atrás.
Hace más de un mes que estalló un enorme movimiento social para exigir al Ejecutivo y al Congreso Nacional que cambie, radicalmente, la estructura política del país, y desde entonces al malestar común se sumaron todos los sectores, sin importar la ideología. Es transversal y sin colores, dicen los parlamentarios.
Pero las dos caras de la protesta tienen al chileno alterado; sobre todo al Copiapino, cuya ciudad es una de las que más acciones violentas ha registrado en el contexto de las manifestaciones; de día, las masivas, coloridas y enérgicas marchas alientan a seguir la lucha por alcanzar los objetivos; de noche, el vandalismo, los disturbios y el crimen los atemoriza; “vivimos con miedo”, dice la presidenta de la Unidad Comunal de Junta de Vecinos Copiapó, Irma Astudillo Cepeda.
En dicha asociación de vecinos la mayoría de sus socios apoya la manifestación social y justificas las razones por las que los protestantes se mantienen en la calle; coinciden en que “solo así conseguiremos las soluciones que, por muchos años, no nos han dado”.
El problema es la tilde violenta de las acciones protagonizadas por jóvenes, en su mayoría adolescentes, que han dejado comercios saqueados, monumentos destrozados, instituciones deterioradas y, además, ha modificado el estilo de vida de las personas.
“Yo estoy totalmente de acuerdo con las manifestaciones; incluso he salido a marchar en ocasiones, pero no apoyo ningún hecho de violencia (…) es una pena cómo han acabado con nuestra ciudad; con las estatuas, con los comercios. Ya no se puede andar tranquilo por la calle, no da tiempo de salir a comprar nada, vivimos estresados porque no sabemos en qué momento se va a presentar un disturbio”, comentó la mujer.
Para Gloria Cubillos, otra de las dirigentes, esto no se va a acabar pronto porque quienes permanecen en las calles son los jóvenes y, por tanto, tienen mayor vigorosidad y enojo que “se entiende que lo sientan (…) nosotros no podemos salir a protestar como ellos, pero sí los apoyamos”.
Lo que definitivamente no respalda Cubillos es la delincuencia; ella cree que quienes han causado tantos desmanes en Copiapó son grupos organizados que se aproche a de la movilización para atacar la infraestructura pública y privada, ya que “estos no son nuestros muchachos”.
Jocelyn Aqueveque, en cambio, sí está de acuerdo con el violentismo en las manifestaciones, igual que otras de las dirigentes que se negó dar su nombre “a una periodista extranjera”; ella sostiene que “si en tantos años se luchó sin hacer, ni siquiera, una barricada y no se obtuvo ningún resultado, será a través de la radicalización de la protesta que se consiga solución para nuestros problemas.
En tanto, la socia que dejó entrever su pensamiento xenofóbico, dijo que “este es un país abusivo y mentiroso” y que ella solo tiene una esperanza para que “cuando todos estos políticos viejos se vayan y entren los jóvenes, las cosas puedan cambiar (…) ojalá ellos no se echen a perder también”.
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