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RÍO HUASCO, LA NATURALEZA COMO SUJETO DE DERECHOS

POR CARLO MORA, ABOGADO DE LA UNIVERSIDAD DE ATACAMA CON ESTUDIOS DE POSGRADO EN LA UNR, QUE HA ASESORADO A GOBIERNOS LOCALES Y ORGANIZACIONES CIUDADANAS EN TEMAS MEDIOAMBIENTALES Y DE RSE EN LA REGIÓN.

La otra noche le leía, a mi hijo Lucca, la versión gráfica de Sapiens de Yual Noah Harari. Yo lo había leído mediante “audiolibro” entre mis viajes y había pasado por alto, seguramente por vanidad profesional, la explicación acerca de que solo el Homo Sapiens, no el denisovano ni el floresiensis, había sido capaz de crear “Corporaciones” (del latín corpus), para menesteres organizacionales. Es así que hoy las tratamos, pese a no ser más que un producto de nuestra imaginación, como si fueran seres humanos de carne y hueso. Desde entonces y sin mayores cuestionamientos, las hemos dotado, a ese ente fantasioso, comercialmente fantasmagórico, que en la realidad objetiva no existe, de atributos de la personalidad y hasta de ciertos derechos, que en algunos casos llegan a ser muy similares a los de la persona humana, sino superiores. No olvidemos que a propósito del aborto el Tribunal Constitucional reconoció en las personas jurídicas el derecho a la objeción de “conciencia”. Extraña noción de conciencia que ni Jung admitiría aún ampliando al máximo su concepto de Conciencia Colectiva.

Entonces, mientras voy leyendo las páginas de la historieta, en modo subconsciente me termina de caer en la cuenta, que en todos estos años nunca me cuestioné lo absurdo de dotar de derechos a un “algo” que no posee realidad, ni corporeidad y mucho menos vida, en tanto que en la historia hemos negado tales atributos a ciertas categorías de personas, como las mujeres y los esclavos, y hasta hoy, a seres manifiestamente vivos y sintientes, como lo son los animales y la naturaleza.

Pero hoy que vivimos tiempos de cambios, que así como a muchos esperanzan, también a otros angustian. Tal vez la reflexión de Heráclito que «dice en alguna parte», según dice Platón en el Crátilo, que todo fluye y que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, no pueda ser más oportuna porque nos abre a la comprensión de que nos estamos alejando de la idea tradicional que asocia la tranquilidad espiritual a la certeza de estabilidad, de orden, de totalidad. De otro lado, lo abierto angustia, pero lo cerrado también angustia: ¿o no nos angustia la posibilidad de que no haya más posibilidades? Angustia el estado de posibilidad y angustia el estado de imposibilidad, nos dice Darío Sztajnszrajber, con mucha razón. Angustia contener la respiración tanto como alivia saber que podemos seguir respirando, porque eso en definitiva es la vida, que fluye, y se extiende como el Universo, como el río de Heráclito, siempre diferente, siempre vivo.

Y en ese sentido, los cambios venideros debieran recoger categorías que reconozcan la infinitud de posibilidades y la vitalidad que fluye con los cambios que experimenta la humanidad en este trance que será adaptarse o aceptar- ensimismados en la negación-que la naturaleza nos va a adaptar por la fuerza.

Así como hemos sido capaces de dotar de personalidad y derechos a ficciones mercantilistas que han arrasado con la naturaleza, léase el complejo entramado de multinacionales de consumo y extracción, viene el tiempo de hacer lo propio con esos seres que no son ficciones, sino que viven, fluyen, y respecto de los cuales nos hemos creído amos y señores por siglos.

Cuando hoy observo el Río Copiapó, que en mi infancia iba lleno de agua y admitía regatas en los aniversarios de mi colegio, la angustia es poderosa. Luego observo el Río Huasco y pienso en que no podemos repetir los errores y debemos proteger, ya no con el rancio sentido de declararlo objeto de protección sino que derechamente debemos avanzar a su reconocimiento como un sujeto de derechos, avanzando en la consagración de los derechos de la naturaleza. No sería nada nuevo, ya en otras legislaciones se ha establecido que, seres vivos y la naturaleza, son Sujetos de Derechos, y esos países no se han incendiado. El Ganges y el Yamuna en India el caso del Whanganui, en Nueva Zelanda, son rotundos ejemplos. El Tribunal Constitucional, colombiano, aquí Suramérica, reconoció al río Atrato, los afluentes Coello, Combeima y Cocora, como sujetos de derechos. Sus representantes en la protección y tutela, la comunidad y esencialmente los pueblos originarios. Aprovechando la visibilidad que la primera candidata a la presidencia diaguita, vecina del Alto Huasco puede dar, el momento parece inmejorable para impulsar el reconocimiento del río Huasco como sujeto de derechos. Una protección efectiva que permitiría proteger la cuenca del último valle vivo del norte chico de nuestro país impulsando en los privados mecanismos de optimización de las aguas. Porque para que exista la imposibilidad filosófica de bañarse dos veces en un mismo río, primero debemos ocuparnos, de que el río siga fluyendo.

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