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Natalicio del Libertador General Bernardo O’Higgins Riquelme

Patricio García Torres                                               Coronel Comandante del Regimiento Nº 23 “Copiapó”

Hoy, 20 de agosto, se celebra en todo el país el 242º aniversario del natalicio del Padre de la Patria, Capitán General del Ejército de Chile, Gran Mariscal del Perú, Brigadier del Ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata y General en el Ejército de la Gran Colombia, Don Bernardo O’Higgins Riquelme. Un hombre extraordinario que vivió en un tiempo extraordinario, como no había habido antes en nuestra historia: el nacimiento de nuestra República, a la cual él contribuyera con todas sus energías —como militar y gobernante— a independizar, consolidar y transformar en un Estado soberano, que se unía al concierto de las naciones libres.                                                  

Bernardo O’Higgins nació en Chillán Viejo el 20 de agosto de 1778. Hijo de Doña Isabel Riquelme y Mesa y del Brigadier Ambrosio O’Higgins, destacado militar y político de origen irlandés al servicio de la corona española, que fue Gobernador del Reino de Chile y Virrey del Perú.                                                           

Su educación fue muy completa y avanzada para aquel tiempo. Apartado de su madre a los cuatro años de edad fue llevado a Talca por órdenes de su padre y pasó a vivir con la familia del acaudalado comerciante y agricultor Don Juan Albano Pereira. De regreso en Chillán estudió en el “Colegio de Naturales”; internado donde también asistían como alumnos los hijos de destacados caciques y lonkos de la región, a los cuales tuvo por compañeros y amigos. No es de extrañar entonces que hablara fluidamente mapudungun.

Su formación continuó en el selecto Colegio del Príncipe y en el Convictorio de San Carlos de Lima. Su padre —que mantuvo una permanente preocupación por su educación—, decidió luego enviarlo a España para seguir con sus estudios. En 1794, y con 17 años de edad, llegó a Cádiz. De España pasó a Inglaterra, donde residiría por espacio de cuatro años, recibiendo educación en ciencias, arte, idiomas, esgrima y manejo de armas.                                                                                                       

Fue en su permanencia en el viejo continente, especialmente en Inglaterra, donde el joven Bernardo se empapó de los ideales de emancipación, los que les fueron inculcados por el General Francisco de Miranda, quien lo introdujo en círculos intelectuales de Londres, reunidos en la logia Gran Reunión Americana; situación que, entre otras, contribuyeron al deterioro de la relación con su padre, quien representaba en Lima el orden monárquico español.                                                              

Después de ocho años en Europa regresa a Chile, previa estadía en Lima, donde recibió la herencia que le testara su padre antes de morir. A partir de ese momento el joven Bernardo Riquelme —como era conocido desde su nacimiento— pasa a llamarse Bernardo O’Higgins Riquelme. Al desembarcar en Valparaíso, el 6 de septiembre de 1802, su horizonte de vivir con honor o morir con gloria estaba ya delineado en su corazón de patriota y americano.                                                                     

Cuatro años después, O’Higgins es electo alcalde de Chillán. A partir de 1810 su compromiso con la causa de la independencia es total y participa activamente en Santiago como diputado por Los Ángeles en el primer Congreso Nacional.                                 

Durante la Patria Vieja el prócer desarrolla una intensa actividad política y militar, dejando en evidencia su capacidad organizativa, pero sobre todo su valentía y tenacidad en el campo de batalla. El Roble, Membrillar, Quechereguas y Rancagua dan testimonio de su arrojo y resolución. Con la derrota de las fuerzas patriotas en Rancagua, en octubre de 1814, O’Higgins, su familia y las fuerzas chilenas que escaparon al sitio, se trasladan a Mendoza; ciudad donde es acogido generosamente por el que se convertiría en su entrañable amigo y compañero de ideales para una América libre: el General José de San Martín y Matorras.                                       

Hubo un entendimiento recíproco entre ambos próceres para lograr la independencia de Chile, asegurar con ello la de Argentina y, alcanzados estos objetivos, llevar la guerra al Perú. Era un plan político-estratégico continental, nacido de la lúcida mente y experiencia de San Martín. Su ejecución demandó gigantescos esfuerzos en vidas, recursos y enormes sacrificios, partiendo por la organización del Ejército de los Andes —empresa estratégica de San Martín que Chile supo agradecer—, que logró trasponer el macizo andino para derrotar, en 1817, a los realistas en Chacabuco y, luego en Maipú, sellar la independencia de Chile en 1818. 

Elegido Director Supremo, O’Higgins comienza su fecunda labor de gobernante y estadista. Proclamó la Independencia; reorganizó el Ejército y creó la Escuela Militar; impulsó el poder naval chileno y fundó la Escuela Naval; proclamó las cartas constitucionales de 1818 y 1822; creó el Cementerio General; abolió los títulos de nobleza; aprobó la actual bandera y un nuevo escudo nacional.                                                                                                                                                                            Dos sentimientos poderosos anidaban en O’Higgins: el patriotismo —ya había dado muestras notables de ello— y el americanismo; sentimiento que le significó profundas críticas. O’Higgins sabía que la seguridad de Chile, la de Argentina y de la América entera no estaría asegurada mientras el poder militar de España en el Perú se mantuviera intacto. De ahí que se dedicara personalmente a organizar, equipar y financiar, con recursos del novel Estado —ya en dificultades por los costos de la guerra de la independencia— la Expedición Libertadora del Perú. Esta zarpó de Valparaíso el 20 de agosto de 1820 bajo bandera chilena y al mando de San Martín, nombrado Capitán General del Ejército Libertador, y del Almirante Lord Thomas Cochrane como comandante en jefe de la Escuadra Nacional. En consecuencia, hoy también conmemoramos el bicentenario de este zarpe; empresa estratégica para la libertad de otro país y cuya envergadura jamás se había visto en la América hispana.                                                             

Para 1823 el poder de O’Higgins se encontraba debilitado; la oposición para que continuara su mandato se fortaleció y corrió el riesgo de un enfrentamiento fratricida. O’Higgins, en un gesto que sus más enconados enemigos consideraron de gran patriotismo, abdicó al mando supremo de la nación el 28 de enero de 1823 y se autoexilió en Perú; país que lo acogió hasta su muerte, acaecida en Lima el 24 de octubre de 1842, cuando se disponía regresar a su amada patria, que ya le había restituido su grado militar y reconocido sus servicios.                                                                                          Bernardo O’Higgins Riquelme está entre los tres grandes Libertadores de América; comparte ese elevado sitial junto a Bolívar y San Martín. Como ellos, tuvo la suerte común del exilio; como ellos, su visión de la independencia estaba más allá de las fronteras de su patria; su mirada era continental, de una América unida y fraterna, donde el progreso de uno era el bienestar de todos. Sus restos descansan en el Altar de la Patria, en la principal avenida que lleva su nombre.                                                 En el aniversario de su nacimiento el Ejército de Chile, representado en la Región de Atacama por el Regimiento Nº 23 “Copiapó”, le rinde un sentido homenaje de eterna gratitud; un sentimiento que hoy recorre las ciudades, los campos, las montañas y el mar de una patria unida bajo la misma bandera tricolor que nos legó y un estado unitario por el cual luchó.

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