Educar en clave de nuestra cultura: escenarios educativos interculturales en Atacama (parte II)
A más de dos décadas del proceso de conformación de los jardines interculturales en el país y particularmente en el territorio de Atacama, se releva el valor que tiene la diversidad cultural para la pedagogía del nivel y especialmente los saberes de los pueblos indígenas
En enero de 1997, un equipo compuesto por Guida Rojas Norambuena, directora Regional de Junji, las educadoras de párvulos Anelice Véliz y Sonia Castillo, la trabajadora social Mónica Abarzua y el antropólogo social Pablo Paño, tomaron contacto con doña Jesús Cardozo y don Oscar Pacho, con la finalidad de presentar ante la comunidad Colla de la comuna de Copiapó, la propuesta de habilitación de un jardín infantil étnico en el sector de Paipote.
Los comuneros acogieron favorablemente la instalación de un espacio para la enseñanza de sus hijas, hijos y nietos, pero solicitaron a la directora Guida Rojas, que la agente educativa responsable de este jardín, fuera una persona de la comunidad. Esta solicitud responde al mismo proceso de etnogénesis, que estaba viviendo la comunidad en búsqueda de su historia y su cultura ancestral.
De esta manera, Nidia Bordones se transforma en la encargada del programa educativo, estando presente hasta la actualidad. Finalmente, el 01 de abril de 1997, se inaugura el establecimiento, que comenzó a atender en una sala dentro de la parroquia de Paipote, con una capacidad de atención de doce párvulos en un único nivel heterogéneo.
El nombre “Inti Marka”, significa en quechua “hijos del sol”, denominación que fue propuesta por la yatiri Jesús Cardozo y don Oscar Pacho. El o la yatiri, es una autoridad tradicional, poseedora de una fuerza espiritual movilizadora de las ceremonias y rogativas que tiene un pueblo en específico. Conoce sus territorios y el pensamiento mítico de la cultura, manejando una diversidad de saberes que son parte de su matriz sociocultural.
Nidia, evoca en la figura de su madre, un pilar imprescindible en el desarrollo de este programa educativo, ya que ella colocó su experiencia de vida a disposición de la enseñanza de los niños y niñas, como un mecanismo revelador de la identidad Colla.
En el informe de la comisión de verdad histórica y nuevo trato, investigación que incluyó a gran parte de los pueblos indígenas que habitan el actual territorio del país, se incorpora un relato de doña Jesús Cardozo, que versa sobre las ceremonias collas: “para el año nuevo nos juntábamos con mi padre de crianza para los Sanjuanes cuando se celebra el año nuevo, en la víspera del 23 de Junio mi padre hacía un corralito de monte, un hoyito al medio, traía los animales y les cortábamos la oreja que es la señal, se echaba ahí y se tapaba, después los animales grandes se marcaban, y de ahí él hacía todos sus ritos, sus gracias, sus ceremonias, la danza de la vidala.
Entonces ahí se pedía, como se hace manda a la Virgen, por ejemplo, que venga el año bueno, que cunda más los animales, que le dé más vida a uno y a la familia, eso se le pedía a la tierra, al sol y al cielo, que viniera, que lloviera, que le diera más luz a la tierra para que creciera, a la Pachamama… Para San Juan, una vez que mi padre hacía su rito, prendía el corralito de monte y allí él iba con su botellita de aguardiente y coca”. (septiembre de 1996).
En concordancia a lo enunciado, Nidia expone que su madre promovió un jardín infantil abierto a la comunidad, donde las niñas y niños, pudieran celebrar los hitos rituales de su pueblo y estuvieran en contacto permanente con el medio natural. Se implementó una ambientación de carácter étnico y a conciencia con la Pachamama, pues se usaban materiales reciclados, componente que se mantiene esta unidad educativa, hasta nuestros días.
A poco andar, el jardín fue ampliando su matrícula y llegó a atender veinticinco párvulos, muchos de ellos provenientes de las familias que eran parte de la comunidad Colla de la comuna de Copiapó, que se esforzó por sacar adelante esta iniciativa, logrando el cambio de recinto, desde la parroquia hasta una antigua casa, la que posteriormente fue demolida, dando paso a un nuevo recinto más apropiado y que fue fruto de la gestión de la comunidad y de Nidia.
Las familias se fueron involucrando gradualmente en este programa, que tuvo a doña Jesús Cardozo como su primera manipuladora de alimentos. Nidia Bordones, destaca que la enseñanza del jardín infantil, fue un incentivo para que los niños y niñas fueran reconociéndose como Collas y a su vez, las familias se conectaran con sus orígenes.
Ella se plantea como una mujer cordillerana, que siempre fue muy cercana a las niñas y niños, tal inspiración la lleva cada día a posicionarse como una educadora, comprometida con cada párvulo que pasa por Inti Marka. Con especial consideración, nos relata los importantes aportes de su madre y su compañero de vida, quienes siempre tuvieron la mejor voluntad de apoyar al Inti Marka.
Ellos ya han partido y desde las alturas sagradas del mundo andino, protegen la casa de los hijos del Sol. En la actualidad, el influjo de la labor educativa del jardín infantil, ha permitido que la sobrina de Nidia, haya trabajado junto con ella y que su hermana, oficie el rol que dejara doña Jesús, siendo heredera de un saber cultural de valor incalculable.
Para la educadora de párvulos, Sonia Castillo Urquieta, recuerda esta experiencia como un desafío personal y profesional trascendental, ya que se tuvo que ahondar en la investigación sobre mundo Colla, hasta este entonces desconocido a nivel regional. Sonia.
La profesional recuerda que se realizaron viajes a distintas localidades muy apartadas de la región, en donde habitaban familias Collas, con la finalidad de poder comprender sus componentes culturales y a su vez, adaptar este saber a la propuesta educativa institucional.
Es así como Sonia, junto a profesionales de la Dirección Regional de Junji, pudieron visitar los sectores de Portal del Inka, Agua Dulce, El Bolo y Los Loros, tratando de encontrar las raíces de un pueblo sabio y generoso, que hizo su vida en los confines de nuestra cordillera.
La educadora recuerda que pudo participar, gracias a la venia de la comunidad Colla, de la celebración del Machaq Mara o año nuevo indígena, esperando durante la noche y la madrugada, el despertar del sol en nuevo ciclo, que, desde la perspectiva de los pueblos indígenas, es la renovación del tiempo, tanto para los seres humanos y el mundo natural, una transformación holística.
En la labor realizada, a finales de la década 1990, pudo conocer a personas mayores del pueblo Colla, quienes la recibieron y compartieron con ella su historia, muy inexplorada pero que en términos interculturales, era necesario sacar a la luz para el reconocimiento de una cultura ancestral, que puede aportar importantes valores a las niñas y niños.
Hoy, a más de dos décadas del proceso de conformación de los jardines interculturales en el país y particularmente en el territorio de Atacama, se releva el valor que tiene la diversidad cultural para la pedagogía del nivel y especialmente los saberes de los pueblos indígenas que están presentes en diversas zonas del país.
En la actualidad, Chile cuenta con instrumentos legales como la ley indígena o la suscripción del convenio OIT 169, que establecen un marco de derechos para los pueblos originarios en Chile, en donde la Educación cobra un rol capital en el reconocimiento de la diversidad de nuestros pueblos indígenas, en contextos para el aprendizaje que releven el valor de la pertinencia cultural en la implementación del curriculum, como un atributo esencial para la pedagogía del siglo XXI.
Foto: Cortesía Junji
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